sábado, 5 de diciembre de 2015

Terrorista emocional

Dícese de aquella persona que llega a tu vida y parece que solo tiene ganas de fastidiarte. Y hay que ver cómo nos gusta. Personas como tú.

Sí, .

Tú que tienes como hobbie arruinar mis planes; tú que con una mirada robas más corazones que el mejor de los poemas; tú que dejas todo mi mundo patas arriba y desapareces para que lo ordene yo solo, y no contenta con ello vuelves cuando lo tengo casi terminado y me dejas peor que la primera vez.

No sé si te das cuenta o si eres así de fábrica; si esas miradas las ensayas en casa y esos susurros son premeditados o simplemente naciste con una bomba de relojería entre las manos y yo soy el único tonto para el que se activa la cuenta atrás cada vez que rozo una de tus manos. Y aún así me fascina pasar por tu lado.

No, no entiendo por qué.

Pero supongo que esto no consiste en entenderlo sino en vivirlo.

Y ahora me he cansado. Me he cansado de temer a la bomba, de sujetar la anilla de la granada o de alejarme de las zonas de riesgo. Me he cansado de apartar la mirada, de aguantar la respiración cuando pasas por mi lado y de quitar la mano de la trayectoria de la tuya. Me he cansado de sellar mis labios, de callar secretos a voces y fingir que no me importa hasta el último escalofrío que pueda recorrerte la espalda.

Que nadie me dijo que esos labios estén hechos para mí, ni me pidieron que hiciera un recuento de los lunares de tu espalda ni de las veces que parpadeas antes de responder a una de mis preguntas. Que aun que nadie me lo pidiera he contado cuántos tragos te hacen falta para acabarte una cerveza, he calculado la distancia entre tus pecas y he memorizado mis favoritas hasta tal punto que las puedo dibujar en el cielo.

Y no, no me lo ha pedido nadie.

Pero tampoco es cosa mía.

La terrorista eres .

Tú y tu manía de apoyarte en todas las motos de Madrid cuando me estás esperando, o cuando se te desata un cordón. Tú, que odias los tacos pero que te salen solos. Que no te gustan las princesas pero te enamoras de los príncipes de Disney. Tú que tienes las manos calientes y el corazón más aún. Tú que pones cabeza donde yo no pongo nada. Tú que te pegarías con cualquiera para defender tus principios. Tú, que sabes sufrir en silencio y superar las cosas en voz muy alta.

Tú no pones bombas, no siembras el caos ni levantas un país entero con tus actos.

Pero a mí si me destrozas. Pequeños ataques en forma de mirada, susurro, llamada, o roce de manos que hacen que todo mi mundo se desmorone.

Y no me queda otra que fingir, como si todo mi mundo no estuviera del revés, y seguir pareciendo una persona hecha y derecha. Pero después de ti, nada más lejos.


Porque al contrario y viceversa, en la buena y en la adversa, del derecho y del revés: tú primero, el mundo después.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El arte de vivir

Vamos a centrar nuestras intenciones, nuestros sentimientos y nuestros deseos; y sigamos soñando. Y sigamos luchando. Y vamos a ponernos serios por nuestros sueños.

Vamos a olvidarnos de un futuro que, queramos o no, ya llegará, y vamos a soñar en presente, un presente que ya está aquí y no podemos dejar para mañana. Del pasado ni hablamos, ni mencionarlo, ¡NUNCA MÁS!

Pensemos en aquello de “cuando te venga a la mente rendirte, recuerda por qué empezaste”. Y sigue soñando; y sigue luchando.

Que el arte de vivir, por mucho arte que sea, se parece más a una lucha que a una danza. Y esta lucha se vive día a día, de hoy en hoy, sin preocuparnos del mañana, ocupándonos del ahora.

Porque una persona muy sabia me dijo una vez que preocuparse es ocuparse antes de tiempo; y tiene toda la razón del mundo.

Si me ocupo de hoy todos los días, ¿por qué iba a darme miedo el mañana? Te dirán que no puedes, que bajes de tu nube, pero recuerda:

“Solo el loco del corazón no se da por enterado y se permite el lujo de soñar lo imposible”.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Dos veces breve

Que mi tintero ya rebosa de las cosas
que no te escribí.
Se va secando poco a poco cada rosa
que nunca te di.

El duende que dormía en mi colchón
tal vez no vuelva a servirme de inspiración
porque ha encontrado la muñeca con tu olor
y se ha quedado enamorado por error.

Los momentos de los cuentos
quedan ya bastante lejos.
Las espaldas de las hadas
están desnudas de alas.

Y mis paredes, tan confidentes,
saben que tengo asuntos pendientes.
Dientes que muerden los labios verdes
de la Esperanza, que baila los viernes
unas veces por tangos y otras por martinetes.

Que su calle está vacía de colillas
que ahí no me fumé.
Sigue en mi boca el primer beso todavía
y no se lo daré.

Un enanito vino y me contó
que se largaba del bosque donde nació
porque ha encontrado la muñeca con su olor
y se ha pegado con el duende por amor.

Los momentos de los cuentos
quedan ya bastante lejos.
Las espaldas de las hadas
están desnudas de alas.

Y mis paredes, tan confidentes,
saben que tengo asuntos pendientes.
Dientes que muerden los labios verdes
de la Esperanza, que baila los viernes
unas veces por tangos y otras por martinetes.


Lo bueno, si breve, dos veces breve.

lunes, 5 de octubre de 2015

Hoy por ti y mañana también

Ya sabes que yo soy más de hechos que de palabras;  nunca me canso de repetírtelo.

Ya sabes que, me digas lo que me digas, lo que me gusta es comprobar que es verdad.

Sabes que prefiero que te preocupes por mí a que me digas que estás preocupada. Que sabes que prefiero un gesto bonito que una palabra porque soy de los que entienden que una palabra se la lleva el viento; pero a los gestos no.

Que no es lo mismo un "te quiero" que un "y yo" o un "yo también", y que un "te quiero" vacío es como encontrar una lámpara sin genio dentro: se pierde la magia.

Ya sabes que soy más de agradecer con otro favor que de dar las gracias; aunque éstas nunca sobren.

Y sabes que nunca diré aquello de "hoy por ti y mañana por mí" porque para mí todos los días son por ti, y lo sabes sin que te lo diga.

No quiero restar valor a las palabras porque, como la lámpara, guardan la magia, pero sin genio no hay deseos.

Y es en las palabras donde se apoyan esos deseos, esos hechos. Porque un "te quiero" se dice cuando ya se sabe, no para que se sepa.

Ya sabes que es algo difícil, que a mí me cuesta menos hacerlo que decirlo, pero todos queremos que nos lo recuerden. Al comienzo del día te da fuerzas y al final sueños -en plural-, pero tienes que invertir el durante en demostrarlo. Y quedará en eso, en un recordatorio.

Porque cuesta menos que un diamante y enriquece muchísimo más: recuérdaselo.

lunes, 31 de agosto de 2015

Flora Infraganti, la cuentacuentos.



Nos equivocamos desde el principio, desde que buscamos la felicidad fuera de nosotros; desde que alguno dijo aquello de que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas. Lo siento, pero no; ni en las pequeñas ni en las grandes. Ni en pequeños yates, como diría Groucho.

La felicidad la encontramos dentro de cada uno, en esa lucha interna que debemos tener con nosotros mismos por alcanzar la perfección. Pero cuidado que en el amor y en la guerra todo vale, y esta guerra es traicionera. Es una guerra interior, propia, que jamás ganaremos si la luchamos solos.



No, no debes tragarte a nadie para que combata dentro de ti. Por raro que parezca, es algo más complicado que eso. Debes encontrar algo externo que tenga tanta influencia en ti como para cambiarte interiormente. Y de nuevo una trampa: no siempre nos influyen positivamente.

Pero cuando lo conseguimos, no hay quien nos pare. Ese complemento perfecto de cada uno que hace que lleguemos al 101%, ese Pepito Grillo que nos hace saber qué sí y qué  no.

No nos confundamos, nadie debe cambiarnos. Solo debemos encontrar a quien haga que saquemos lo mejor de nosotros mismos, siendo siempre eso, nosotros mismos. Alguien que, sin querer y sin cuidado, haga que quieras ser mejor persona. A una cuentacuentos. Alguien como Flora Infraganti. Alguien como ella.

La que te haga subir por la escalera de bajar, la que disfrute en tu locura y haga que ésta aumente hasta límites insospechados; la que te saque las mejores fotos porque las fotos con ella siempre van a ser tus mejores; la que ponga cabeza en donde tú pones corazón porque ella tiene un corazón tan grande que le llega hasta los pies. La que lleves de mochila en tus viajes porque no se te puede dejar sólo; porque dentro de esa perfección, tú persigues ser su complemento perfecto.



Con ella ningún cuento tiene fin, porque ponerle fin a ella es imposible.


Ella le contaba cuentos, él la enseñó a volar.

viernes, 24 de julio de 2015

Como si fuera el primero.



Queda muy feo empezar así, pero estoy harto de escuchar que debemos vivir como si fuera el último día de nuestra vida. Que nos dé todo igual, que esto se acaba ya, que la vida son dos días y uno te va a llover.

Prefiero vivir como si todos los días fueran el primero. Ver las cosas con la emoción de la primera vez, con los ojos de un niño que da su primer paso o del chaval que espera por primera vez en el portal a que baje esa persona por la que sus uñas no han vuelto a ser las mismas.

Defiendo y defenderé siempre esta postura, porque quien hace las cosas por primera vez, las hace con pasión.

No van a salir perfectas, para eso están las primeras veces, pero el modo en que vas a actuar va a marcar más tu día a día que el resultado final de nuestros actos.

Porque así es como debemos vivir, con pasión. Si ponemos pasión a las cosas, no nos pueden salir del todo mal; y si es así, qué más da.


Y si no os lo creéis, preguntadle a mi amigo Freddie; si todos hiciéramos las cosas con ese amor, otro gallo cantaría:



viernes, 19 de junio de 2015

Deporte Nacional


Llevo trabajando todos los años desde los dieciséis años. Además, a los diecinueve, empecé a trabajar también, durante todo el verano, todos los veranos. Empecé cuando estaba en el colegio y sigo ahora durante la universidad. Se podría decir, en base a esto, que soy una persona madura y responsable; pero hay más.

Resulta que también leo, y escribo; me gustan el cine, las series, y los conciertos. Como de todo: me gusta el dulce y lo salado, la carne y el pescado, la fruta y la verdura. Además, hago deporte. Me gustan los  niños y se me dan bien hasta los bebés.

Sí, con todo esto, es fácil afirmar que soy serio, responsable, maduro, sano, y todo lo que se os ocurra.

Pero, además, me encanta hacer el tonto.



¡OJO! Que hacer el tonto y ser tonto no es lo mismo.

Porque hacer el tonto debería ser deporte nacional. Está muy bien eso de tener un buen trabajo y buscar estabilidad, pero no podemos ser monotemas en la vida; a ver quién es la guapa que aguanta semejante tostón.

A mí, personalmente, me gusta más la fiesta que a un tonto un lápiz. Hago el tonto con mis amigos como si nos pagaran por ello, y no creo que nadie me pueda considerar irresponsable o inmaduro por ello.

Porque, ahora que el calor nos ha ido invadiendo del todo, las oportunidades para hacer el tonto han aumentado. Qué hay mejor que tirarse en el Retiro- o cualquier espacio con un mínimo de césped donde quepa uno tumbado- a vaguear, a jugar con gomitas, con bolis, a hacerse fotos con caretos o a no hacer nada. No te agobies, no vas a convertirte en un ni-ni porque te vayas con ella, él, ellos o tu perro a no hacer nada durante toda la tarde. A hacer el imbécil un rato, a no tener nada que hacer más allá de reírte y hacerle reír.



Pasear hasta ningún sitio y tumbarse a esperar a nada y a nadie. Que no pase nada y que nada sea justo lo que quieras que pase, porque todo lo que querías que ocurriera ya ha tenido lugar y está ahí, contigo: riéndose, vagueando y, por supuesto, haciendo el tonto.

No por ser serio durante todo el día eres más maduro que yo, sino todo lo contrario.

Sin porqués ni para qués, solo por disfrutar:

¡QUE VIVA EL DEPORTE NACIONAL!


jueves, 14 de mayo de 2015

Quien lo probó lo sabe.


Enamorarse está chupado. Es tan fácil que a veces llega incluso a molestarnos. Lo que no es tan fácil es entenderlo. A él, al amor.

Es raro como él solo. Nadie te va a hacer y explicar un esquema para que lo entiendas, y desde luego no existe un doctor de esto.

Y he llegado a esta conclusión después de conocer unas pocas opiniones. Para empezar, he llegado a ella viendo que la mejor y más simple definición del amor te la da un muñeco de nieve medio retrasado:

El amor es anteponer las necesidades de otro a las de uno mismo."

-        Olaf.

Además, para rizar más el rizo, resulta que el mejor piropo que existe, ha existido y existirá lo hace un cabronazo con un trastorno obsesivo compulsivo:

Puede que sea la única persona sobre la faz de la tierra que sepa que eres la mujer más fantástica de la tierra. Puede que yo sea el único que aprecie lo asombrosa que eres en cada una de las cosas que haces. Y en cómo eres con tu hijo, y en cada uno de los pensamientos que tienes, y en cómo dices lo que quieres decir y en cómo casi siempre quieres decir algo que tiene que ver con ser sincero y bueno. Y creo que la mayoría de la gente se pierde eso de ti, y yo les observo preguntándome cómo pueden verte traer su comida y limpiar sus mesas y no captar que acaban de conocer a la mujer más maravillosa que existe. Y el hecho de que yo sí lo capte me hace sentir bien, conmigo mismo. Porque TÚ ME HACES QUERER SER MEJOR PERSONA.

-        Melvin Udall.

Y aunque todo esto sea tan difícil de entender, todavía hay gente que dices que podría darte consejos. De hecho, mírate, buscando alguna moraleja en lo que lees. Sin embargo, solo puedo poneros otra cita para darme más la razón:

Eso de cuestionar el amor como si fuera una revisión de un taller, lo de a primera vista o a segunda… ¿Qué es? ¿A la quinta? ¿A la quinta revisión te enamoras? ¿Acaso el amor no es a primera vista? Lo de: no, tengo que conocerte cinco meses y a ver si me enamoro. La has cagado. No es esa persona. Si tú ves a una persona y no se enamora como tú de ella, sal de ahí.

-        Andrés Suárez.

Y, ahora sí, dándomelas de entendido en un tema sobre el cual no sé nada, te digo: lo que duele no es el amor, es el desamor o, peor, el amor no correspondido. El amor en sí no duele, el amor hay que disfrutarlo.
Diviértete, porque si no te diviertes no es amor y, plagiando, SAL DE AHÍ.

martes, 28 de abril de 2015

La teoría de las 35 páginas




En el colegio tuve un profesor que creó la teoría de las 35 páginas. Decía que él se leía un libro hasta la página 35, si entonces le había gustado algo, seguía. Si, por el contrario, no veía o había visto nada en él, lo dejaba. “En mi casa tengo una estantería llena de páginas-35”.

Y es que, para leer, cada uno tenemos nuestra forma de actuar.

Los hay quienes ven la portada del libro, su contraportada, y entonces juzgan si les gusta o no. Ya si eso lo abren. Ese tipo de gente me pone de los nervios: los superficiales, los que eligen los cereales por el color y no por el sabor, incomprensible.

Algunos son algo más valientes e inteligentes- no lo suficiente- y deciden abrirlo y juzgarlo con fundamento. Varios desistirán en cuanto vean cosas que no les gustan, un mínimo defecto, porque no existe el libro perfecto, y se rinden. Ya abrirán otro.


No se dan cuenta de que lo que ahora es defecto, en diez páginas puede ser virtud. Se quedan en las primeras páginas y se lo pierden. Cobardes, no hay otra palabra.

Otros van viendo conforme avanzan que casi todo lo que hay les gusta, y lo que no les gusta se hace soportable. Quizá te lo termines y no sea tu libro favorito, te habrá gustado pero no querrás repetir. Una vez que lo dejas, repetir es de pobres. Porque a veces no basta con que un libro sea bueno para que sea tu libro.

Porque tu libro no acaba nunca. Sabes que está ahí para leerlo mil millones de veces. De él aprendes cada vez más y lo pasas cada vez mejor. No, no es el libro perfecto, ya hemos dicho que no existe, pero hasta el detalle “menos bueno” lo estás esperando con ansia.

Cuando encuentras un buen libro, lo lees y lo relees, aun conociendo esas partes que te gustan menos.



Lo mismo pasa con las personas. Poco a poco vas descubriendo las partes que te gustan más, las que te gustan menos y las que te enamoran. Y a esas personas las relees, porque cuando una persona te gusta, hasta el más mínimo detalle malo se hace soportable, y los buenos se hacen cada vez mejores. Y no tienen por qué ser el libro o la persona los que cambien, eres tú.

Porque enamorarse es como llevar un peluquín. Tú lo sabes, los demás te lo notan.

Y recuerda, a nadie le enamora un libro por su portada y a muy pocos desde la página uno. No seas un superficial ni un cobarde.

Los libros, como a las personas, hay que trabajarlos, ¡a la mierda la teoría de las 35 páginas!

miércoles, 22 de abril de 2015

Un verdadero caballero



Y es que una de las frases más escuchadas hoy en día es: “ya no quedan caballeros”. Pues lo siento, pero sí los hay. Hay tantos como señoritas, damas o como queráis llamar al término femenino de los mismos.

Si esperáis que alguien baje de su corcel y se quite el yelmo para escalar cómodamente la torre en la que os halláis prisioneras, bajad vosotras solitas, no estáis en una torre, estáis en las nubes, y no estáis prisioneras, estáis locas, locas en plan mal.


Son los rechazos de las mujeres hacia los hombres buenos los que, cargados de lejía, hacen que el azul príncipe destiña y se convierta en blanco pasota, y el blanco pasota se manche con el tiempo y se vuelva negro cabrón. No siempre somos los malos queridas princesitas.

Pero hoy no quería hablar de vosotras, sino de nosotros. Bueno, no voy a incluirme, de ellos, los caballeros.

No me vale con decir que el caballero  es el que te mira a los ojos cuando te habla. Hasta el más tonto hace eso. Un verdadero caballero no te mira a los ojos, te busca en ellos.

Un verdadero caballero es eso, verdadero. No contigo, no con las mujeres ni con el resto del mundo. Es verdadero consigo mismo. Es coherente con lo que hace, lo que piensa y para con lo que dice. Ese que cuando habla lo hace para ti y para sí mismo. El que piensa las cosas antes de hacerlas, pero porque sabe pensar.

Un verdadero caballero es eso, uno. Es uno y está para una, no para cien ni para mil, ni tan siquiera para dos. Un verdadero caballero tiene ojos para una sola mujer, y no porque no quiera más, sino porque no necesita más, no llega ni a planteárselo.

A un verdadero caballero se le reconoce en una conversación, no por lo que dice sino por lo que escucha. Si te busca en tus ojos es porque te escucha de verdad. Y eso se nota en las respuestas. Aquí no vale con el típico “sonríe y asiente”, eso se lo dejamos a los tontos, que mejor calladitos disimulando su estupidez que hablando y demostrándola.

Un verdadero caballero no es aquel que te tiende una mano cuando te caes. Él prefiere sonreír, tumbarse a tu lado y explicarte por qué debes levantarte y seguir. Y cuando decidas seguir, él te ofrecerá hasta el hombro si es lo que hace falta.

Un verdadero caballero conoce sus tres verdades universales. La primera, que a un caballero le educa una reina para que, con ayuda de otra, él eduque a futuras promesas. La segunda, sabe que la segunda mujer más guapa que va a ver en su vida es su esposa, por debajo de su esposa el día de su boda y por encima de su esposa recién levantada. La tercera es que el trabajo, sin pasión, no es trabajo sino exclavitud. Un verdadero caballero ama lo que hace las veinticuatro horas del día.

Y sí, por si lo echáis de menos, un verdadero caballero te sujeta la puerta al entrar o salir, pero esa es la parte más fácil, buscad más en ellos y exigídselo.


Sólo una recomendación, para terminar: tened cuidado, no son tan fáciles de encontrar y algunas les llamaréis AMIGOS.

jueves, 16 de abril de 2015

Mejor solo... que contigo

Soy una de esas personas no acostumbradas a pasarlo mal. Gracias a Dios, supongo. Quizá se deba al hecho de que no dejo que cualquier se acerque, puede ser ese el secreto, no lo sé.

Sin embargo, si algo he aprendido a lo largo de mis, casi, veintidós años de vida es que: a montar en bici, a nadar y a vivir se aprende haciéndolo. ¿Quieres montar en bici? Súbete a una y cáete diez, cien o mil veces. Aprenderás cayendo. ¿Quieres nadar? Salta a la piscina y traga agua. Aprenderás tragando. ¿Quieres vivir? Pues vive y falla. Aprenderás fallando.

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A ninguno nos gusta comer asfalto, tragar agua ni pasarlo mal, pero nadie nace sabiendo y así es como funciona esto. Yo, al igual que todos, vivo por primera vez, y siempre he pensado que se me da de culo. No dejo de fallar, sufrir y seguir fallando. Sin embargo, me doy cuenta de que a muchas cosas les estoy cogiendo el tranquillo. Sufrir me sirve para aprender de mis errores.

La vida nos va dando distintos golpes, con la mano abierta y siempre de revés, al más puro estilo RockNRolla. El que haya visto la película me entenderá, un guantazo made in Archy, para los que no, aprended:



Y tras recibir multidud de guantazos de esos que nos transportan a nuestra infancia, y evaluando lentamente cada uno de ellos, repetiría todos menos uno:

El tuyo.

Golpe tras golpe he aprendido a ir levantándome. He fallado muchas veces, una infinidad, pero creo que no voy tan mal. Aún así, contigo, no aprendo, ni aprendí ni aprenderé. No te puedo llamar error, porque fui feliz. De esa felicidad tú sacaste dudas, miedos e inseguridades en mí. Tu guantazo me tumbó y me ancló al suelo y, tras un tiempo ahí tirado, solo puedo decir que he aprendido una cosa:

Mejor solo que contigo.

Y es que hoy, de nuevo, me han dicho que si no tengo novia es porque no quiero. Puede ser. No es que tenga a mil detrás de mí arrastrándose rollo The Walking Dead y yo vaya por la vida pegándoles tiros en el cerebro- viva el romanticismo-. Ni es así ni me gustaría. No quiero mil detrás, quiero una al lado.

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No sé quién es esa una, pero ya te digo, prefiero solo que contigo, otro revés de los tuyos yo no lo aguanto.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Ojalá te odiara.

Odio a los tramposos. A los que hacen trampas en las cartas, en el monopoli o en el amor. Me odio a mí por hacer trampas intentando olvidarte.

Odio a los que se enfadan, con o sin motivo. Odio estar tan enfadado que se me acaba olvidando el porqué y no sé ni cómo dejar de estarlo, solo pienso en lo enfadado que estoy.

Odio a los sinvergüenzas que viajan contigo en el metro y no se conforman con saber el título del libro que vas leyendo, sino que se dedican a leerlo contigo echándote su aliento en la nuca.

Odio a los que se inventan coreografías con la cabeza cuando llevan los cascos puestos y van moviendo tanto el cuello como los labios. Si vas a bailar, baila. No te reprimas.

Odio los gatos, a los que tienen gatos y a los que les gustan los gatos. Son siniestros y malagente.

Odio el orgullo y a los orgullosos. Y por encima de ello, odio cuando mi orgullo es tan grande que a la hora de tragármelo no me cabe y se me hace bola.

Odio esperar, a los que hacen esperar y a los que esperan. Si nos pasamos la vida esperando a que pase algo, lo único que pasará será la vida.

Odio soñar cuando tengo fiebre. Es insoportable, son las peores pesadillas del mundo, pero también odio tomar pastillas para ponerme bueno. Y odio echarme crema por el cuerpo, me da igual que sea hidratante, antiinflamatoria o de protección solar. Las odio.

Odio esos rotuladores que no están gastados del todo y pintan tan mal que da hasta dentera escuchar el roce con el papel. Odio que en los auriculares ponga R y L, cuando yo no encuentro diferencia entre ellos, o escuchar música y que por uno de los dos no funcione.

Odio que en las canciones digan los nombres, porque me cuesta más pensar que están hechas para contar nuestra historia.

Odio a los que dicen que sí cuando es que no, y luego intentan engañarse a sí mismos asegurando que jamás dijeron que sí.

En realidad, odio a la gente que odia.

Si algo me enseñó- nos enseñó- Daniel Vinyard, es que "el odio es un lastre, la vida es demasiado corta para estar siempre cabreado".

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Por eso, me odio a mí, pero a ti no puedo odiarte, lo cual hace todo esto mucho más difícil.

sábado, 28 de febrero de 2015

Whispers

Búscala - Entrada agotada.


Tras leer un par de entradas de blogs sobre  cómo ha de ser aquella persona a la cual debes acercarte- una loca o alguien que muerda- me paro a pensar: “¿cómo ha de ser el chico al que, en mi opinión, debéis acercaros?

Podría definirme a mí, pero ni tengo el ego tan alto ni ganas de engañarme a mí mismo.

Después de pasarme largos ratos tirado en la cama con unos cascos del tamaño de mi cabeza y con el último disco de Passenger sonando a todo volumen, he podido llegar a una sola característica que, sí o sí, debe tener aquel afortunado al que debéis, al menos intentar, acercaros.



Porque puede ser chulo o paradete, que conteste al segundo o a la semana de escribirle al whatsapp, que sea el mejor jugando al fútbol o no haya tocado un balón en su vida. Que le guste el indie, el folk o el rock & roll, qué más da, mientras no sea reggaetón.

Será el más alto o el más bajito de sus amigos, el más guapo o el más simpático. Con mucho dinero o con muchos recursos.
No me importa.

Pero, por favor, que sea listo.
Pero listo de verdad. Porque de un chulo, guapo o rico un día te cansas. Pero sí es listo, la cosa cambia.
No le pidas tres carreras, dos másters, una licenciatura y un doctorado, no hace falta. No hace falta ni que haya llegado al nivel 70 del Preguntados.

Si no estudia, pues no estudia, es irrelevante.
Porque una persona lista siempre tendrá conversación. Y no conversación sobre fútbol, coches y bíceps. Conversación interesante, cuanto más listo, más conversación.

Y por Dios, que lea. No esperes que te haga un ensayo sobre la existencia o no existencia de Dios según Dostoyevski después de leerse Crimen y Castigo y los hermanos Karamazov, no hace falta. Pero que lea.

Que sepa que la perfección está más cerca de un libro y un disco que de un coche con 200 caballos y poco consumo.
Porque, como todos sabemos, Reading is sexy.


via forestgirl )


Una persona lista tiene ciertas cosas tales como: espacio, amigos y aspiraciones. No contento con eso, además piensa. Sí, un hombre que piensa, que también los hay.

Y no busques al hombre perfecto, porque el que es listo lo es siempre, tanto para conocer sus virtudes como para reconocer sus defectos.

Acércate a una persona lista, que cuando estéis juntos os hagáis aún más listos y pongáis la cabeza en asuntos del corazón.

Pero que a la vez os hagáis más tontos y la perdáis el uno por el otro.

lunes, 9 de febrero de 2015

A mí no me enamores.

Todo el mundo habla de lo jodido que es para una mujer el hacerse respetar, el ser una chica difícil. Las chicas fáciles no gustan, eso es así, lo saben hasta los chinos. Las chicas difíciles enamoran, por mucho que nos duela reconocerlo.


Yo no soy mujer, no estoy ni cerca de parecerme a una. De hecho, no estoy cerca ni de llegar a empezar a entenderlas. Tengo cuatro hermanas de entre 17 y 24 años, lo cual debería ser una ventaja para mi proceso de comprenderos, chicas, pero nada más lejos. Aparte de para tener claro que las chicas también sufren, lloran, se ríen y tienen días malos (en definitiva, son seres humanos), tener hermanas no me ha servido para nada. Hablando siempre de comprender lo que os pasa por la cabeza, que yo os quiero mucho, a veces, señoritas Pereira.

Dejando claro lo lejos que estoy, he de decir que sí, a priori, yo soy un chico difícil.

No es difícil que me hagas gracia, que me guste tu forma de ser y me ría contigo. Puede incluso darse a menudo. Te dejo hacerme gracia. Nos lo vamos a pasar bien, nos va a gustar ese tonteo sano que existirá entre ambos y en principio no nos apetecerá conocer el pasado del otro. Vamos a disfrutar hasta de ese lado misterioso de la vida de cada uno, queriendo descubrirlo poco a poco, pero gustándonos por el desconocimiento. Si te dejo escapar no será una gran pérdida, ya que fue divertido mientras duró.

Quizá, después de hacerme gracia, llegues a gustarme. Esto es más complicado y roza el término difícil, pero también puede darse. Te dejo gustarme. Aquí el lado misterioso se ve claramente mermado. El hecho de descubrir cosas ocultas, esos secretos de cada uno, y ver que nos gustan, hace que esa gracia que me hacías se convierta en algo más. Te preguntaré tu historia, querré saber quién eres y cómo has llegado a ser tú. Yo seguiré siendo el mismo, gracioso para hacerte reír y comprensivo para que veas que te escucho. Seguiré teniendo ese lado misterioso y tú seguirás llamándome incluso aún más la atención por lo mismo.


Si acaba, será una pena, pero ojalá todas las penas fueran así.


Repito, soy un chico difícil, por eso te permito que me hagas gracia e incluso que me gustes, pero a mí no me enamores. Soy un chico difícil y no estoy acostumbrado a pasarlo mal, porque nunca me he arriesgado a ello, llámame cobarde si quieres. Por eso, si llegas a este paso, no me hagas daño. Estate segura de lo que estás haciendo mientras escalas esa montaña de mi vida, de mis miedos, mis dudas, mi secretos, mis manías y, sobretodo, mis defectos.

Porque llegados a este punto, los vas a ver, y a menudo. La parte misteriosa va a desaparecer casi por completo, así que hazte a la idea de que lo que conoces es el 90% de lo que hay. Eso sí, te aseguro que el otro 10 es la mejor parte, te va a encantar y haré lo posible porque así sea, que si nunca lo comparto con nadie es por eso, porque es de uso exclusivo. Voy a ser menos chulo que antes, menos pasota, más abierto y voy a querer verte más. Si llegas a este punto, repito, muy difícil, no te eches atrás, porque estarás jugando con fuego y aquí el que se quema seré yo.

Por eso, como consejo de parte de todos los chicos difíciles, os digo:

A nosotros no nos enamoréis.

P. D.: no si no sabéis lo que conlleva.

jueves, 29 de enero de 2015

Lamernos con palabras

Esa magia especial que nos llega de otra persona, a la que nosotros decimos que "tiene morbo" y ellas dicen "tiene algo". Nadie va a saber definírtelo mejor.

Si les preguntas la definición a ellos se convertirán un poco en mujer y te dirán: "que tiene algo". Las mujeres seguirán en sus trece, para variar, y repetirán lo mismo: "tener algo".

¿Qué es ese algo que tiene la gente que no sabemos lo que es pero tanto nos gusta?

Una amiga me dijo una vez que ella no quería tener morbo, que si alguien decía de ella que tenía morbo lo vería como algo malo. La razón es que asocia la palabra morbo a una amiga suya que- aunque siendo sinceros tiene un morbazo- se ganaba el morbo con caras y gestos de insinuación que a veces podían confundirse con el hecho de si es o no una fresca. Tener morbo no es ser facilona, nada más lejos.

El morbo no es más que ese algo que tiene otra persona, no tiene por qué ser algo físico, que produce algo físico en uno mismo. Lo cual no deja de ser sorprendente, algo no-físico que te gusta físicamente.

Como dice Rafa Pons, lamernos con palabras. Mejor imposible. Sentir físicamente las palabras de otro, grande Rafa.

Para que entendáis, chicas, el morbo al que vosotras llamáis algo, lo llevaré a ejemplos claros. Sería algo así como ese extra que gana un hombre afeitado o con barbita de cuatro días. Sí, ahora tiene algo, ¿no?

Que toque la guitarra, que cante mientras conduce, que sea inteligente, que tenga mano con los niños, que sepa hablar bien, que no se le acaben las respuestas, que sea dinámico, que lea, que lleve camisas remangadas, que hasta una simple camiseta blanca y lisa le quede bien o que cuando habléis te mire fijamente a los ojos.


Nada de eso, en principio, tiene que ver con el físico. Y sin embargo solo con los gestos,  demostrándolo, se ve que tiene algo. El morbo, chicas, eso es el morbo. Tener algo.

En ellas, todos me entendéis. La mirada seductora, para algunos que fume, el pelo largo, que sea graciosa, que hable mucho sin ser pesada, que lleve sudaderas anchas pero que sepa vestir elegante, que enseñe un hombro, enseñando la espalda- me pierde- o que se ponga tu camisa mientras estáis desayunando- eso nos puede a todos-. Que conduzca rápido, que lea, cómo baila, cómo habla, que sea en bajo pero de manera directa, incluso el ritmo que lleva al respirar, que va por libre. Y algunos acentos...


Esas cosas, para no sonar muy cursis, las expresamos con un "me da morbo" o "tiene un morbazo...".

Son cosas buenas, está claro, aun que no tenerlo no te hace ser peor, simplemente son puntos extra que Dios ha repartido a algunas personas. Parten con ventaja los muy...

Siempre me ha costado mucho explicar lo que es el morbo hasta que el artista de lo corriente, mi queridísimo Rafa, me lo hizo saber en una canción con frases como:

"Frenético es el ritmo cuando hay calma".
"Resulta casi obsceno ir a una cama".
Y mi favorita: "el morbo solo es lamernos con palabras".


Porque a algunos les sobra el físico para atraer físicamente a los demás, y eso es lo que realmente gusta al mundo, porque el morbo es personal y es difícil comparar unos con otros, a diferencia de los físicos.


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