miércoles, 20 de febrero de 2013

Confesiones de un escritor de mierda.



Más que confesiones, esto consistirá en dejar por escrito algunos secretos que nadie, o solo gente muy cercana, conoce. No por avergonzarme de ello, sino por el hecho de que me gusta saber que tengo cosas mías todavía por descubrir, y cosas que me llevaré a la tumba.

Para empezar, nombraré mi Bucket list. Desde que vi por primera vez la película de “Ahora o Nunca”, protagonizada por Morgan Freeman y Jack Nicholson, dos de mis actores preferidos, decidí ponerme a hacer una lista de esas. En la película dicen algo así como: cosas por hacer antes de estirar la pata. Y es básicamente eso, deseos que tengo y que me encantaría cumplir antes de dejar el mundo. Mucha gente puede pensar que es algo absurdo, insustancial o incluso utópico, pero juro no dejar de soñar con ellos y algún día, poco a poco, ir cumpliéndolos. La lista consta de dieciocho “objetivos”, de los cuales solo he cumplido uno.

Recuerdos. Son el segundo apartado de estas “confesiones”. Este es más simple pero no menos importante para mí. Durante toda mi vida, ha habido bastantes personas que han dejado huella, por eso mismo existe este secreto. De todas esas personas, varias, bastantes, son, por decirle con tono cómico y del modo que hablo yo siempre, niñas.- Aclaro que yo siempre considero niña a toda chica que tiene menos de 25 años. Cuando cumplen 25 empiezo a decir señoritas, y en cuanto se casan son señoras. Si se casan antes de los 25 se convierten directamente en señoras. A partir de los 25 también se termina de preguntar la edad, las mujeres no cumplen más años.- Tras este inciso, continúo. De todas las niñas que han pasado por mi vida y han dejado huella, guardo un recuerdo. Puede ser de cualquier tipo, desde una canción en el móvil, como un papel o cualquier cosa material. Algo que si vemos los dos sepamos que es suyo o de ambos. Como detalle añado que siempre salgo de casa con todas esas cosas, o con el 90% de ellas. Cada vez hay más niñas de las que quiero tener algo, ahora mismo hay dos de quienes no tengo nada, pero ya tengo pensado el qué de una, y de la otra solo falta esperar. Por supuesto, ninguna sabe qué tengo de ellas o que me recuerde a ellas.

Venecia. Más simple todavía, tengo una obsesión secreta con esta ciudad, y jamás la he visitado, es algo que ni yo mismo comprendo. No está en la Bucket List visitarla, pero es una ciudad donde no me importaría vivir el resto de mi vida.

Vicio. Dicen que todo el mundo tiene un vicio. Pues yo no, no tengo ningún vicio y la verdad es que llevo años pensando cuál puede ser, he llegado a rallar mucho el tema, y lo más próximo a un vicio que tengo es morderme las uñas, o jugar al fútbol que más que un vicio es un placer.

Canciones. Tengo canciones para todo, y no es ningún secreto que tengo un top ten de canciones. Pero aparte, tengo una canción para cuando leo- “Raphael, Caravane”-, otra para cuando escribo- “Smashing Pumpkins, Bleed”, sí, la estoy escuchando ahora-, otra para relajarme, tirado en la cama o en la bañera- “Pink Floyd, Wish You Were Here”-, y un largo etcétera. También tengo una canción favorita que cualquiera sabe- Coldplay, Fix You-, pero existe una que me gusta todavía más si cabe y que siempre me he guardado para mí, hasta ahora: “Peter Gabriel, The Book of Love”.

Comida. Mi comida favorita es el arroz a la cubana, increíble. No soy nada especialito con la comida, me gusta prácticamente todo menos la coliflor, sin embargo si tengo algo de rutina. No me gusta el café, y para desayunar me tomo una taza de leche con cola-cao y muchas, muchísimas galletas. Para merendar lo mismo y si hay fruta pues mejor. Y después de cenar  no puede faltar mi taza de cola-cao fresquita para entrar bien en la cama.

Película. Mi película favorita ya la he mencionado, es la de “Ahora o Nunca”. Si alguien no la ha visto, está cometiendo un grave error. Dos de los mejores actores de la historia juntos en una película con un argumento impresionante.

Miedo. Mi único miedo es la soledad. Puedo ver miles de películas de terror, que no suelen afectarme en absoluto. Sí, si hay sustos doy un brinco, soy humano, pero miedo ninguno. Cuando hablo de soledad no me refiero a estar solo en una habitación, o solo en casa. Cuando digo soledad estoy hablando de no tener a nadie, familia ni amigos. Si me imagino la situación de estar absolutamente solo, me hundo, y pienso en la pobre gente que está sola, ya sea fuera de su país o que por alguna desgracia ha perdido a su familia, y me  da un bajón impresionante. Por fortuna, estoy lejos de estar solo, gozo de una familia fantástica y muy numerosa y de unos amigos y amigas que no cambiaría por nada del mundo.

Voy a terminar poniendo enlaces por si no sabéis por qué tengo preferencias por algunas cosas, simplemente observad el arte:






Cómo se puede no estar obsesionado con una ciudad así
Película favorita, un antes y un después en mi vida.

Para Leer.


Para escribir.

 Para relajarme.

Canción Favorita.

Canción Brutal

jueves, 14 de febrero de 2013

Carta de un policía. No somos perfectos.



Os debo una disculpa. No soy perfecto. Todos los humanos cometemos errores, y yo he pagado por cada uno de ellos. En mis años de servicio, he visto más de lo que tú nunca veras, más de lo que nadie debería ver nunca. He intervenido armas de fuego, drogas, cuchillos y navajas, defensas, bates y un sinfín de artilugios semejantes que podían haber resultado mortales para alguno de tus seres queridos o incluso para ti mismo, pero nunca sabrás porque estuve allí para evitarlo. He visto borrachos, drogatas y conductores temerarios de todas las edades que hubieran sido peligrosos para cualquiera en la carretera si yo no hubiera estado ahí para impedírselo. En muchas ocasiones he puesto mi vida en riesgo con el tráfico rodado, que casi nunca reduce la velocidad, y mucho menos se para a ofrecerte ayuda. He recogido cuerpos destrozados en las carreteras pero también te he ayudado a cambiar la rueda pinchada de tu coche. He estado en más peleas de las que puedo contar y en más catástrofes de las que hubiera deseado. Las llamas de un incendio han quemado mi piel y la sangre de una víctima, incluso de un compañero, han manchado mi uniforme demasiadas veces. He visto casi cada tipo de muerte que pueda existir y más de las que podáis imaginar. Debido a mis servicios, casi he muerto en varias ocasiones y he perdido amigos y colegas. He caminado ese largo paseo hasta la puerta para decirle a una madre, padre, esposa, hijo o familiar que su ser amado nunca volverá a casa. He aguantado la agonía verbal e incluso las amenazas de esa pobre gente que no puede aguantar su dolor y lo proyecta contra la primera persona que puede, el mensajero de la noticia, yo. He visto el maltrato y la violencia entre personas que un día se prometieron amor, entre padres e hijos, entre hermanos y entre amigos. He visto los resultados de la droga y de la violencia en los mismos ojos de la muerte. He visto los actos más crueles y mezquinos del ser humano. He visto la enfermedad y la vejez, he ayudado a levantarse al caído y he socorrido al enfermo. He ayudado a ciudadanos y comerciantes que con derecho se quejan sobre su indefensión ante los delincuentes. He escuchado los problemas familiares del vecindario sufridos durante años, ahora se espera que yo lo solucione en  minutos. Si fallo en mi trabajo, o aun sin fallar, puedo ser fácilmente denunciado ante una justicia que no me ampara, poniendo en riesgo mi trabajo, mi familia y mi propia vida. Puedo incluso perder mi libertad, por una mala situación que puede requerir una decisión en pocos segundos que a un Juez le llevara años tomar. He acudido a llamadas de disparos, robos, violaciones, homicidios y cualquier posible crimen que puedas nombrar o imaginar. He visto los ojos de un padre cuando la droga se ha llevado a su hijo. He visto crímenes con los que nunca soñarías y nunca verías en series ni películas de televisión. Sí, puede que le haya pedido la documentación alguna vez mientras le indicaba que sacara las manos de los bolsillos. O haberle sacado de su coche en plena noche mientras le indicaba que mantuviera las manos a la vista. Incluso haberle pedido que extendiera los brazos y haberle cacheado, todo ello sin motivo aparente para usted. Pero usted no ha sido apuñalado en un descuido por no cachear a un ciudadano aparentemente normal, ni ha visto como un compañero caía al suelo por no tomar medidas de seguridad, tampoco ha ido a visitar a un compañero que se ha quedado inválido al atropellarle un conductor que se dio a la fuga simplemente porque estaba ebrio. He visto caras de niños que estaban perdidos y que mis colegas y yo tuvimos el privilegio de devolverles a los brazos de su desesperada madre. He visto hemorragias que he sido capaz de parar, corazones a los que he sido capaz de dar una segunda oportunidad para volver a empezar y a las víctimas del crimen que mis camaradas y yo hemos sido capaces de proteger. He sido insultado y menospreciado por ciudadanos simplemente por no aparecer en menos de treinta segundos cuando me han necesitado, a pesar de no haber podido acudir antes por estar socorriendo a una chica que se acababa de intentar suicidar. He escuchado de amigos y familiares como “la policía no hace nada” como “nos quedamos con droga” como “maltratamos y torturamos a los detenidos” o como “llegamos tarde a propósito”… he visto a mi esposa escatimar y arañar intentando sacar adelante a tres niños con el sueldo de un policía. He visto a mis chicos aguantarse cuando se dieron cuenta de que no podía ir a sus actos escolares porque “papá no tiene un horario normal”. He visto también a mis chicos llevar una carga que no deberían haber llevado, cuando uno de sus compañeros o amigos ha dicho que “todos los policías son unos hijos de puta y deberían estar muertos”. He trabajado noches, fines de semana y vacaciones, Nochevieja, navidad y hasta el día que tuve mi primer hijo, mientras tú estabas cómodo y seguro en tu casa con tu familia. Mi familia completa camino sin mí demasiado tiempo… tengo grabadas en mi mente las caras de las personas cuyas vidas mis compañeros y yo salvamos. Sí, tengo historias de éxitos… y de fallos. Tengo noches en las que no puedo dormir, simplemente porque veo las caras de los que no puedo ayudar, porque no llegue a tiempo o simplemente porque pienso en un “y si…” para cada caso que fracasé. Y si usted nunca ve una milésima parte de esto, es porque la Policía ha hecho bien su trabajo. Si cometo el más mínimo fallo lo pagaré dos veces y aún así me pondré mi uniforme, mi arma y mi placa y saldré de nuevo. Porque es lo que los profesionales hacen, porque YO SOY POLICÍA.

"Los policías viven los veinte peores minutos de las vidas de otros".

martes, 12 de febrero de 2013

Se busca para no soñar.

Soñando despierto, dejo la imaginación ir por libre, y empiezo a canturrear la canción que oigo a través de mis auriculares. Es Pereza. Windsor a estas horas, bestial. En realidad me parece bestial a cualquier hora del día, así que instintivamente activo la opción de repetir canción. De pronto, me dejo llevar por la frase que ha marcado mi día: se busca para no soñar chica guapa y muy caliente. De hecho no me he quedado ni con la frase entera, solo "se busca para no soñar". Al principio me ha hecho gracia, y habré escuchado esta canción centenares de veces. Después, me ha hecho pensar. Si buscas algo, a alguien, es para soñar con ello. ¿Cuál es la gracia de pedir, de desear algo, si no es soñar con ello? Después he comprendido que, decepción tras decepción, los sueños van disminuyendo. Que pueden disminuir hasta el punto de desaparecer, de buscar algo para no soñar con ello, o directamente no soñar con encontrarlo. Entonces, ¿qué busco yo para no soñar? Sí, puede que haya llegado ya a ese punto, no debería soñar mucho. Martin Luther King sí soñaba, y eso sirvió para bastante, es un modelo a seguir. Pero no, no voy a soñar. ¿Qué busco yo? ¿Cómo debe ser con quien yo quiero no soñar?

No es que tenga una lista. De hecho, como no la tengo, voy a hacerla.

Sin duda, debería ser fiel. No me refiero a fiel conmigo, que también, sino con sus amigos y familia. Me gustaría que fuera guapa, y con una espalda bonita. Una chica lista, de esas que sacaban los cursos sin notazas pero con buenas notas sin tocar un libro y que había en todas las clases, envidiadas en época de exámenes. Siendo guapa y lista, no quiero que se lo tenga creído. Los humos subiditos, a otra parte. Humildad, por favor. No puede ser de esas que se llaman feas a sí mismas para recibir el piropo de los demás, eso no es humildad.
Yo no puedo vivir sin reírme, me parece desperdiciar una vida, por lo que debe ser graciosa, sin pecar de pesada y cansina. Gracia natural. Y nada me gusta más que una chica extrovertida y alocada, pero sin pájaros en la cabeza. Una chica simple.
No quiero cualquier fresca, ni una estrecha de las de candados en lugar de botones y cremalleras. Me gustan las aventureras, que digan no a la rutina, y queda prohibida la indecisión. Que sea directa y valiente con lo que piensa y para con lo que cree, sin cerrar la mente a otras ideas. Responsable como para saber comprometerse con las cosas, madura para diferenciar momentos de seriedad, e infantil como para bromear a gusto, sin ser muy niña.
No me gustan los celos, pero tampoco el pasotismo. Los celos deben terminar antes de que pueda tan siquiera plantearme que exista una obsesión. Y, por supuesto, que sea feliz, pero con los pies en la tierra. Porque happy no es sinónimo de hippie. Si le pasa algo, que me lo cuente, pero sin querer llegar al victimismo. Por último, diría que la reciprocidad es la base, que ambos sepamos  que lo que damos, lo estamos recibiendo.


Lo sé, sé que he empezado diciendo que no iba a soñar, y que el resultado ha sido algo utópico. Debe ser que queda esperanza en mí, pero ya he dicho que Martin Luther King es un modelo a seguir. Así que sigamos soñando.



Despertemos y luchemos por nuestros sueños, no los abandonemos como si fueran algo inalcanzable.

lunes, 4 de febrero de 2013

Microcuentos de un mismo autor

“Con tan sólo siete años, el pirata más temido del mar. Muy cerca de él, con ocho, superman con la capa al viento y un joven mago, que no llega a la década, bajo su capa de invisibilidad. A su lado, sus madres hablando sobre el nuevo profesor del colegio. Alrededor de todos ellos, el aire rezuma la imaginación de los niños”.

“Paseando por la calle, un chaval de catorce años de la mano de su hermanita, una niña de cuatro. Detrás de ellos, en su paseo matutino, una señora de sesenta años del brazo de su esposo de setenta. Misma diferencia, diferente motivo, mismo amor eterno”.

“Dos metros cuadrados de hogar. Sin nevera, sin baño, sin calefacción. La cama, compuesta por una andrajosa manta sacada de un contenedor y unos cartones de cajas viejas. Bajo él, la madera fría por la temperatura nocturna”.

“En plena inspiración del artista que está centrado en su mundo, cuando por fin ha concebido una idea, una señora de mediana edad interrumpe sus pensamientos y le rompe todos sus esquemas mentales. Solo con la mísera intención de preguntar por una calle. Él, abstraído de sus ansiados y tan rebuscados pensamientos, le sonríe de oreja a oreja, le guía a la perfección, y le desea una buena tarde”.

“A escasos metros, presencio un reencuentro formidable entre dos señoras de avanzada edad que no se veían, según la que parece mayor de ellas: harán ya tres días. Contemplas sus caras, sus largos comentarios sobre banalidades, y ves esa famosa felicidad que reside en los pequeños detalles”.

“A la salida del instituto, ellos, sin prisa; ellas, nerviosas; yo, imaginando una situación que explique ambas situaciones. Mil explicaciones, cada cual más imaginativa, todas igual de posibles”.

“Un adolescente nervioso, ya casi sin uñas, espera en la boca de metro. No entiendo nada, él sí. Aparece ella, él cambia bruscamente el gesto, ahora finge serenidad y chulería, y yo empiezo a entenderlo todo”.

“Malas noticias, mala situación familiar, mala situación laboral. Mal con sus amigos, mal en su vida amorosa, mejor no hablar de su vida económica. Sí, también va mal, muy mal. Bueno, siempre consigue sacarse unas perrillas para pincharse un día más. La saca de su bolsillo, esa aguja está destrozando su brazo. Y su vida”.




Autor: un simple banco.
En la retina de un banco se hallan las historias más reveladoras de la sociedad.

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