jueves, 29 de enero de 2015

Lamernos con palabras

Esa magia especial que nos llega de otra persona, a la que nosotros decimos que "tiene morbo" y ellas dicen "tiene algo". Nadie va a saber definírtelo mejor.

Si les preguntas la definición a ellos se convertirán un poco en mujer y te dirán: "que tiene algo". Las mujeres seguirán en sus trece, para variar, y repetirán lo mismo: "tener algo".

¿Qué es ese algo que tiene la gente que no sabemos lo que es pero tanto nos gusta?

Una amiga me dijo una vez que ella no quería tener morbo, que si alguien decía de ella que tenía morbo lo vería como algo malo. La razón es que asocia la palabra morbo a una amiga suya que- aunque siendo sinceros tiene un morbazo- se ganaba el morbo con caras y gestos de insinuación que a veces podían confundirse con el hecho de si es o no una fresca. Tener morbo no es ser facilona, nada más lejos.

El morbo no es más que ese algo que tiene otra persona, no tiene por qué ser algo físico, que produce algo físico en uno mismo. Lo cual no deja de ser sorprendente, algo no-físico que te gusta físicamente.

Como dice Rafa Pons, lamernos con palabras. Mejor imposible. Sentir físicamente las palabras de otro, grande Rafa.

Para que entendáis, chicas, el morbo al que vosotras llamáis algo, lo llevaré a ejemplos claros. Sería algo así como ese extra que gana un hombre afeitado o con barbita de cuatro días. Sí, ahora tiene algo, ¿no?

Que toque la guitarra, que cante mientras conduce, que sea inteligente, que tenga mano con los niños, que sepa hablar bien, que no se le acaben las respuestas, que sea dinámico, que lea, que lleve camisas remangadas, que hasta una simple camiseta blanca y lisa le quede bien o que cuando habléis te mire fijamente a los ojos.


Nada de eso, en principio, tiene que ver con el físico. Y sin embargo solo con los gestos,  demostrándolo, se ve que tiene algo. El morbo, chicas, eso es el morbo. Tener algo.

En ellas, todos me entendéis. La mirada seductora, para algunos que fume, el pelo largo, que sea graciosa, que hable mucho sin ser pesada, que lleve sudaderas anchas pero que sepa vestir elegante, que enseñe un hombro, enseñando la espalda- me pierde- o que se ponga tu camisa mientras estáis desayunando- eso nos puede a todos-. Que conduzca rápido, que lea, cómo baila, cómo habla, que sea en bajo pero de manera directa, incluso el ritmo que lleva al respirar, que va por libre. Y algunos acentos...


Esas cosas, para no sonar muy cursis, las expresamos con un "me da morbo" o "tiene un morbazo...".

Son cosas buenas, está claro, aun que no tenerlo no te hace ser peor, simplemente son puntos extra que Dios ha repartido a algunas personas. Parten con ventaja los muy...

Siempre me ha costado mucho explicar lo que es el morbo hasta que el artista de lo corriente, mi queridísimo Rafa, me lo hizo saber en una canción con frases como:

"Frenético es el ritmo cuando hay calma".
"Resulta casi obsceno ir a una cama".
Y mi favorita: "el morbo solo es lamernos con palabras".


Porque a algunos les sobra el físico para atraer físicamente a los demás, y eso es lo que realmente gusta al mundo, porque el morbo es personal y es difícil comparar unos con otros, a diferencia de los físicos.


sábado, 17 de enero de 2015

Trampas

"Que Aunque no sé ni mi nombre sé que quiero abrazarte".
Qué sabio eres Rafa.

Hasta en el juego de olvidarte hago trampa y te recuerdo de vez en cuando. Te juro que lo intento pero al final siempre me apetece ganar, y no veo una victoria en solitario ni a ti perdiendo nada. 

Perdiendo contra mí mismo, quién lo iba a decir.  

sábado, 10 de enero de 2015

Cuando éramos reyes.

Hay cosas que la vida nos da gratis, porque sí, porque quiere o porque nos toca, quién sabe.

Podemos encontrarnos un céntimo en el suelo ya dado la vuelta y cogerlo, o tener que darle la vuelta, qué más da, es gratis, porque sí.

Quizá jamás en la vida has ido mirando al suelo mientras andabas y no has encontrado nada. Pues mala suerte, aunque sigue con la cabeza alta que también está muy bien.

Nuestras madres. Gratis y porque sí. También nos toca. No hemos hecho nada y ahí está. Siempre va a ser tu madre, agradéceselo al mundo. Es tuya y que se aguanten los demás.

Pero hoy no me he puesto a escribir pensando en mamá, en dinero o en suerte.

Me he puesto a escribir pensando en esos pequeños cabrones a los que de vez en cuando, y a sus espaldas, llamamos amigos.

Durante estas navidades he tenido la suerte de irme de viaje con ellos, amigos de la universidad que también me han tocado gratis y porque sí, a una casita rural al norte de Madrid. El pueblo se llama Acebeda, y no me sorprendió por sus paisajes, que lo hizo, o su gente tan peculiar, que también, sino por el hecho de que no existían los pájaros en ese pueblo. Y lo que es aún más sorprendente, tampoco los bichos. No vi ni una maldita hormiga, y eso que hicimos una barbacoa y lo llenamos todo de mierda.


Durante nuestra breve estancia allí les cogí todo el cariño que me faltaba por cogerles, con un poco de asco, todo hay que decirlo, que la convivencia es dura.

Una vez vueltos al calor del hogar propio, a dormir en un colchón de verdad, comer en platos bien fregados y tener ratos de soledad y libertad, puedo decir que estos pequeños salvajes son incomparables. Sin embargo, haré una pequeña clasificación, porque seguro que en tus viajes con amigos te has encontrado o te encontrarás más o menos lo mismo que yo.


1º El cuadriculado.

Maniático del orden y la limpieza, por lo general es quien ha alquilado la casa y lo más parecido a la mamá del grupo. Siempre le echarás la bronca porque no te dejará traer a niñas a casa, ni comer en cualquier parte ni la libertad que exiges cuando te alejas mínimamente de papá y mamá.
Sin embargo, deberías darle las gracias, si la casa no acaba en llamas suele ser gracias a él.




2º El de la música.

Lleva los altavoces y ejerce de DJ oficial. Su música no es exactamente la mejor del mundo, de hecho te daría vergüenza escucharla delante de gente conocida, pero, ya que te vas, pues a cantar y bailar como si te pagaran por ello.




3º El que conduce.

Por el mero hecho de ser quien te está llevando a donde quieres ir, cree que tiene derecho a no fregar un mísero plato, a la mejor cama y a que le sirvan la comida. ¡Y una mierda majo!




4º El de los paseos.

Te vas a una casa alejada de la tuya, donde si estás tumbado más de cinco minutos tu madre te pega un chillido que te levanta, y aparece un desgraciado que os saca a todos a pasear como si nunca hubieras visto el puñetero campo. Si me llevé las botas para andar era por postureo en las fotos, joder. Y hablando de fotos...




5º El de la cámara.

Pobre de él, suele ser el del mejor móvil o el de la GoPro. Luego deberá aguantar a todos los demás durante días increpándole para que suba las fotos, pero no todas, ¡que queremos subir nosotros alguna a instagram!




6º El que cocina.

El más querido por todos, y no se necesita mucha explicación. Si no fuera por él te comerías los huevos  con cáscara y las salchichas siempre crudas, y lo sabes. Él nunca fregará ni pondrá la mesa, se lo tiene más que ganado.



7º El de la fianza.
Es ese empanado que sabes que algo hará. Puede que, milagrosamente, no se haya roto ningún plato, ningún vaso, ni se haya muerto nadie. Da igual, ya se las apañará él para destrozar una ventana, una cama o una chimenea. Algo hará, y a la mierda la fianza.



8º El que duerme.

Es el primero en meterse en la cama y él último en salir. Y, evidentemente, no puede faltar la siesta de cuatro horas. Solo se levanta para comer y beber. Y ya que me sacáis el tema de beber...



9º El borracho.

Desayuna y se sirve un copazo. Come con otro y se pasa toda la tarde con uno. Con uno detrás de otro digo...
Seguro que es él el que conoce más juegos de beber que nadie, y os hará experimentar con ellos aunque sea él quien más beba, y orgulloso.




10º El que ronca.

Puede, o no, ser el mismo que el que duerme. Lo que está claro es que los que compartan cama o habitación con él no van a dormir mucho. No sabemos si se ha tragado algo o si tiene la garganta más lleno de mierda que el brazo de Amy Winehouse, pero lo que está claro es que debería ir a mirárselo.



11º El del móvil.

Te vas a una maldita casa rural en medio del campo y siempre hay uno buscando cobertura o 3G, 4G o 17G. Él necesita actualizar Instagram, Facebook, Snapchat, Hi5, mirar su correo y mandar notas de voz a su perro. Un día entero sin móvil y le darán por muerto los 27 grupos de whatsapp en los que es administrador, y eso no puede ser.




12º El de la novia.

Este busca cobertura por necesidad. Su relación está en juego. Más vale que cada vez que haga algún movimiento llame a su parienta para contárselo o mejor que no vuelva a Madrid. Los hombres no solemos ser así, no llamamos cada dos por tres, y por eso yo no le echo la culpa, lo mejor es tirarle el móvil al río y tener una excusa perfecta.



13º Los fumadores.

A no ser que el grupo en completo sea de fumadores, van a ser los que más frío pasen. Aprovecharan el menor despiste para encendérselo en el calor del hogar, a sabiendas de que tarde o temprano se van a ir con su mierda a otra parte. A la calle, para ser más concretos.




Y con esto abandono la clasificación. Habrá más y mucho mejores, está claro, pero también se dejan algunas para la intimidad de lo privado, que no quiero que me calcen.


Como decía al principio, una amistad así a mí me ha venido de gratis, y así como ha venido se puede ir, por eso debemos cuidar a los que nos rodean como si fueran tesoros. Porque llegará algún día en el que tengamos que recodar, como dice Quique González: cuando éramos reyes.


Y que no se os suba chavales.

sábado, 3 de enero de 2015

¿Vale la pena luchar?


Si estás luchando por algo y lo que ocurre más a menudo es que tu almohada acaba bañada en un mar de lágrimas rotas, si algo por lo que luchabas ha llegado a su fin y te has sentido tan impotente que has necesitado días y días de desconexión con el mundo, si crees que has dado el 100% en algo que ha resultado no dar ningún fruto, entonces, ¿por qué sigues luchando?

Y si no luchas, ¿por qué sigues pensándolo? No es rendirse, es poner cabeza a un asunto en el cual no cabe ya un corazón. Ha terminado, espero que hayas disfrutado del vuelo, que hayas aprendido un millón de cosas y cerrado otras tantas cicatrices, y las que quedan ya se cerrarán, pero no te quedes llorando sobre ellas.

No te arrepientas, pero tampoco te obceques en algo del pasado, porque a lo mejor hay alguien recogiendo piedras para tirarlas sobre el tejado que protege tu futuro, y tú simplemente no le abres la puerta por miedo a que sea ese alguien que se pasó el pasado soñando algo a lo que te pareces y, ahora, su sueño se desvanece porque tú no abres los ojos.

Abre los ojos, pero siempre para mirar hacia delante, y que los errores del pasado así  como los aciertos te sirvan de base, apoyo y trampolín para luchar por lo que de verdad merece la pena tener.

¡Sé valiente, no tonto!

¡Lucha, no esperes!

¡Sueña, pero no dormido!

-M
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