sábado, 5 de diciembre de 2015

Terrorista emocional

Dícese de aquella persona que llega a tu vida y parece que solo tiene ganas de fastidiarte. Y hay que ver cómo nos gusta. Personas como tú.

Sí, .

Tú que tienes como hobbie arruinar mis planes; tú que con una mirada robas más corazones que el mejor de los poemas; tú que dejas todo mi mundo patas arriba y desapareces para que lo ordene yo solo, y no contenta con ello vuelves cuando lo tengo casi terminado y me dejas peor que la primera vez.

No sé si te das cuenta o si eres así de fábrica; si esas miradas las ensayas en casa y esos susurros son premeditados o simplemente naciste con una bomba de relojería entre las manos y yo soy el único tonto para el que se activa la cuenta atrás cada vez que rozo una de tus manos. Y aún así me fascina pasar por tu lado.

No, no entiendo por qué.

Pero supongo que esto no consiste en entenderlo sino en vivirlo.

Y ahora me he cansado. Me he cansado de temer a la bomba, de sujetar la anilla de la granada o de alejarme de las zonas de riesgo. Me he cansado de apartar la mirada, de aguantar la respiración cuando pasas por mi lado y de quitar la mano de la trayectoria de la tuya. Me he cansado de sellar mis labios, de callar secretos a voces y fingir que no me importa hasta el último escalofrío que pueda recorrerte la espalda.

Que nadie me dijo que esos labios estén hechos para mí, ni me pidieron que hiciera un recuento de los lunares de tu espalda ni de las veces que parpadeas antes de responder a una de mis preguntas. Que aun que nadie me lo pidiera he contado cuántos tragos te hacen falta para acabarte una cerveza, he calculado la distancia entre tus pecas y he memorizado mis favoritas hasta tal punto que las puedo dibujar en el cielo.

Y no, no me lo ha pedido nadie.

Pero tampoco es cosa mía.

La terrorista eres .

Tú y tu manía de apoyarte en todas las motos de Madrid cuando me estás esperando, o cuando se te desata un cordón. Tú, que odias los tacos pero que te salen solos. Que no te gustan las princesas pero te enamoras de los príncipes de Disney. Tú que tienes las manos calientes y el corazón más aún. Tú que pones cabeza donde yo no pongo nada. Tú que te pegarías con cualquiera para defender tus principios. Tú, que sabes sufrir en silencio y superar las cosas en voz muy alta.

Tú no pones bombas, no siembras el caos ni levantas un país entero con tus actos.

Pero a mí si me destrozas. Pequeños ataques en forma de mirada, susurro, llamada, o roce de manos que hacen que todo mi mundo se desmorone.

Y no me queda otra que fingir, como si todo mi mundo no estuviera del revés, y seguir pareciendo una persona hecha y derecha. Pero después de ti, nada más lejos.


Porque al contrario y viceversa, en la buena y en la adversa, del derecho y del revés: tú primero, el mundo después.
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