miércoles, 11 de marzo de 2015

Ojalá te odiara.

Odio a los tramposos. A los que hacen trampas en las cartas, en el monopoli o en el amor. Me odio a mí por hacer trampas intentando olvidarte.

Odio a los que se enfadan, con o sin motivo. Odio estar tan enfadado que se me acaba olvidando el porqué y no sé ni cómo dejar de estarlo, solo pienso en lo enfadado que estoy.

Odio a los sinvergüenzas que viajan contigo en el metro y no se conforman con saber el título del libro que vas leyendo, sino que se dedican a leerlo contigo echándote su aliento en la nuca.

Odio a los que se inventan coreografías con la cabeza cuando llevan los cascos puestos y van moviendo tanto el cuello como los labios. Si vas a bailar, baila. No te reprimas.

Odio los gatos, a los que tienen gatos y a los que les gustan los gatos. Son siniestros y malagente.

Odio el orgullo y a los orgullosos. Y por encima de ello, odio cuando mi orgullo es tan grande que a la hora de tragármelo no me cabe y se me hace bola.

Odio esperar, a los que hacen esperar y a los que esperan. Si nos pasamos la vida esperando a que pase algo, lo único que pasará será la vida.

Odio soñar cuando tengo fiebre. Es insoportable, son las peores pesadillas del mundo, pero también odio tomar pastillas para ponerme bueno. Y odio echarme crema por el cuerpo, me da igual que sea hidratante, antiinflamatoria o de protección solar. Las odio.

Odio esos rotuladores que no están gastados del todo y pintan tan mal que da hasta dentera escuchar el roce con el papel. Odio que en los auriculares ponga R y L, cuando yo no encuentro diferencia entre ellos, o escuchar música y que por uno de los dos no funcione.

Odio que en las canciones digan los nombres, porque me cuesta más pensar que están hechas para contar nuestra historia.

Odio a los que dicen que sí cuando es que no, y luego intentan engañarse a sí mismos asegurando que jamás dijeron que sí.

En realidad, odio a la gente que odia.

Si algo me enseñó- nos enseñó- Daniel Vinyard, es que "el odio es un lastre, la vida es demasiado corta para estar siempre cabreado".

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Por eso, me odio a mí, pero a ti no puedo odiarte, lo cual hace todo esto mucho más difícil.
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