Todo tiene un precio, sí.
-¡A mí nadie me puede comprar!
Cállate un rato y escucha antes de quejarte, por muy de moda
que esté eso…
Todo se puede comprar, y no me refiero a que si tienes 19 mil
millonacos puedas comprarte WhatsApp o que si ganas la lotería te dé para un
par de casas antes de arruinarte como toda leyenda urbana asegura. Voy a
incidir en la frase una vez más: todo se puede comprar. Ahora voy a ponerla en
mayúsculas porque quiero que aquellos que tengáis dudas de si quejaros, os
entren ganas: TODO SE PUEDE COMPRAR.
Bien, una vez sabido esto, quiero cambiar de frase: el
dinero no lo puede todo. Sí, con WhatsApp sí, incluso si tienes una cantidad
indefinida todavía puedes comprar a Neymar (y otra cantidad para su padre, un
poco para sus colegas, un poco al peluquero, un par de viajes al año a Brasil…)
Con un poco menos de dinero, solo rebuscando entre los cojines del sofá o en el
monedero de tus hermanas, te da para comprar a Villa. Pero no hablemos de ladrones...
Por más suerte que desgracia, el dinero no todo lo puede.
Ahora sí, amigo, puedes soltar lo de “a mí nadie me puede comprar”.
Efectivamente, a mí con dinero tampoco, nadie me compra por dinero.
Pero sí que me pueden comprar, a mí me pueden comprar con
tiempo.
Nadie posee nada más valioso que el tiempo. Como dicen por
ahí, el tiempo no te espera, el tiempo no se ahorra, el tiempo no se para por y
para nadie… pero el tiempo si se invierte. Ya puedes tener dinero para comprar
WhatsApp, Facebook, Telegramm e incluso el famoso iPhone con el FlappyBird
(maldita tu estampa pequeño pajarraco), que el tiempo no vas a poder moldearlo
a tu manera, ni podrás hacer cambiar la opinión de una persona, al menos de una
persona íntegra.
El otro día vi la peli de “El Lobo de Wall Street”- no se la recomiendo a nadie, por cierto- y
trata básicamente de un bróker de bolsa que se forra timando a gente por
teléfono, gente a la que convence de invertir en empresas prometedoras miles de
dólares, cuando en realidad son cuchitriles sin ningún futuro. Me hizo pensar,
yo quiero invertir, pero, ¿invertir qué?
¿Cómo puede una persona normal- económica, social e
intelectualmente- invertir en algo? Elemental queridos lectores, invirtamos
tiempo.
¿Acaso las cosas que tenemos, apreciamos, deseamos e incluso
añoramos, no nos han costado o nos van a costar una parte de nuestro tiempo?
Simplemente, a mis hermanos pequeños, cuando quieren jugar a
la Wii, invierten alrededor de 25 minutos en encenderla, ver si tienen pilas
los mandos, elegir juego, meter el disco, pegarse por ver quién empieza, elegir
categoría dentro de ese juego, elegir personajes, etc. ¿Les merecerá la pena
invertir ese tiempo por jugar a la Wii? Ellos dirían que sí.
Lo sé, es un ejemplo absurdo sobre inversión, vayamos a uno
más de “adultos”- aunque odie llamar así a la gente de mi edad. Un chaval de 18
años sabe que tiene que invertir sus próximos dos meses en pensar qué va a
hacer el resto de su vida. Un mal inversor es aquel que o no quiere invertir o
lo sabe y se dedica a seguir suspendiendo. Mal inversor porque invierte su
tiempo en tonterías que no le van a llevar a ningún lado, esas tonterías que
les vende Leonardo DiCaprio a cuatro ingenuos de la vida. Y les sale rana,
obvio. Igual de mala inversión es aquel que se dedica solo a estudiar. Sí, has
invertido en estudio, estudiarás lo que quieres y volverás a invertir cuatro
años más en solo estudios. Colega, diviértete. Invierte en estudio, en amigos,
en chicas, en salir, en ser feliz.
Malos inversores everywhere.
Ahora mismo yo invierto en esto. En escribir para un blog
que leen cuatro gatos y que me hace feliz. Llevaba tiempo sin invertir mi
tiempo aquí, tres meses, que se dicen rápido. ¿Buena inversión? Os podéis
preguntar algunos. Para mí sí, desde luego, esto es lo que me realiza, lo que
me gusta.
Una pareja de camaleones necesitan alrededor de 30 minutos
para fecundar a la hembra. Y no es que
me vaya a poner ahora a hablar de camaleones, solo un poco. Hace una semana,
invertí valioso tiempo de mi vida en ver cómo Perséfone, mi camaleón hembra,
era fecundada por el camaleón macho de un amigo mío. Normalmente no hubiera
invertido ese tiempo en ver sexo entre camaleones, pero visto el estado físico
de ambos, quería comprobar cómo se las apañarían, y durante alrededor de 40
minutos no hice otra cosa que hablar con tres amigos mientras observaba a las
dos criaturitas hacer… nada. Absolutamente nada, ni moverse. El pobre camaleón
de mi amigo estaba para el arrastre, mucho mayor que Perse, pero qué otro
motivo necesita un abuelete para moverse que no sea ponerle una jovencita
dispuesta a todo delante de él. Pues nada macho, no hubo manera, ni dejándoles
toda la tarde ahí.
¿Mal invertido? Pues sí, 40 minutos mal invertidos, pero
divertidos. La próxima vez les pongo velitas aromáticas, un CD de Alejandro
Sanz y me voy a hacer otras cosas.
30 minutos todo el proceso, desde que se conocen hasta que queda
preñada.
Ya les gustaría a algunos.
La realidad es que nosotros, torpes que somos, tardamos
alrededor de 30 minutos en decidir en una quedada si nos gusta una niña o no.
Alrededor de otros 30 minutos en ver cómo abarcamos la situación. 30 minutos más
con conversaciones imaginarias en nuestra cabeza. Y ya, cuando se acerca ella,
lo normal son 30 segundos hasta que la cagamos.
Por suerte las niñas también invierten su tiempo- BIEN
INVERTIDO CHICAS- en perdonar las cagadas que vamos cometiendo.
Después de nuestra primera oportunidad vamos a por la
segunda. “A la segunda va la vencida” decimos tontamente en nuestra cabeza, y
hasta nos hacemos gracia. Sí hijas sí, somos así de bobos.
En esa segunda oportunidad invertimos más, incluso hay casos
de 15 minutos antes de cagarla de nuevo. No os vengáis arriba, son casos muy
excepcionales.
A la tercera inversión, la niña se da cuenta de que sí,
somos pesados (que no perseverantes, PESADOS). Y solo aquella que merece la
pena, aquella con dos dedos de frente, se da cuenta de que no la has cagado dos
veces y vas a por la tercera, sino que has invertido toda una tarde de tu
tiempo, un tiempo que no vas a recuperar nunca, en intentar no cagarla
exclusivamente con ella.
Y ahí las chicas son
las listas, y se dejan comprar. Sí, se dejan comprar con tiempo.
Después de esas dos horas de cagadas, chistes, vaciles e
incluso momentos vergonzosos- admitámoslo, el 90% del tiempo- hemos conseguido
comprar a una persona. Una persona que se deja comprar por nosotros, y no por otro.
Hay que invertir bien ese tiempo, no se puede esperar que dos horas de insultos
sirvan de inversión con el mismo resultado que dos horas de esfuerzo.
Una vez conseguida la inversión, tardamos varios días más en
conseguir del todo que funcione. Cuando la niña en cuestión está convencida de
que eres buena gente, convencida por el tiempo que has dedicado, tardamos otra
semana en pensar si lanzarnos o no. Otra semana de, le digo de quedar o no,
querrá algo conmigo o no, seré más que un amigo o no… Y son esos “o no´s” los
que pueden hacer que una inversión se vaya al garete.
Una vez pedida la quedada con ella, no hacemos otra cosa que
pensar: ¿y luego cada uno a su casa y Dios a la de todos? ¿Querrá que le dé un
beso antes de irnos? Pues sí, tres horas de plan invertidas en saber si esto es
buena inversión o no.
Y nos lanzamos.
Después de diversas cagadas, muchos intentos, muchas
disculpas, muchos minutos, días, semanas… Nos damos cuenta de que ha merecido
la pena durante lo que vienen siendo 15 segundos, si alguno da primeros besos
más largos, que me avise. ¿Por qué solo 15 segundos? Porque después hay que
mirarla y saber si has acertado, y si has acertado ya alárgate todo lo que
quieras.
Días y días y más días para los quince segundos más rápidos
de tu vida.
Colega, invierte bien tu tiempo, porque un camaleón en media hora
consigue lo que nosotros en varias semanas. Y lo suyo es mala inversión: un
embarazo, una chica que no volverá a ver, y 30 minutos que no volverá a
recuperar.
De ti depende que esas semanas que inviertes sean para hacer
que Leonardo DiCaprio se forre o para que tú consigas lo que quieres. Porque
esas semanas no vas a volver a recuperarlas. Porque esos años de carrera no te
los devolverá nadie. Porque esos minutos que pasas jugando al FlappyBird
podrías gastarlos en leer, hablar a la cara con otro o en tomar una cerveza con
amigos.
A veces invertir tu tiempo en algo puede sacarte de muchos apuros. |
Invierte bien tu tiempo y podrás comprar todo lo que te dé
la gana.
Invierte mal tu tiempo y tendrás todo lo que a otro no le ha
dado la gana tener.
y lo dice el viciado al flappy y al trivial...jajaja. Esta bien Pera, esta bastante bien.
ResponderEliminarGracias querido anónimo, pero solo invierto mi tiempo en esos juegos cuando toca, es decir en clase y esos ratos muertos... jajaja gracias!!
EliminarSimplemente genial! Sigue así :)
EliminarP
Muchísimas gracias "P", sabía que cumplirías! ;)
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