Sé que he estado parado bastante tiempo con esto del blog,
pero ya podéis dejar de llorar, porque aquí me encuentro de nuevo. He de decir
que el parón no ha sido por no escribir, sino porque estoy dedicando más tiempo
a escribir algo más largo que una entrada, pero ya se verá hasta dónde soy
capaz de llegar.
Lo más típico del mundo sería escribir ahora sobre la vuelta
a la rutina, las clases, los madrugones y los reencuentros. Lo siento mucho, yo
llevo todo el verano de rutina, trabajo y madrugones, solo tengo los
reencuentros, que en la universidad se hacen menos deseables, así que no voy a
rayar el tema.
Tranquilos que tampoco voy a contaros mi verano trabajando
tras el cual tenía siete días nada más para irme a la playa y no lo hice, o
cómo tenía que bajar todos los días desde un pueblo de Madrid para ir a
trabajar, llegando a estar más tiempo al día en el transporte público que
trabajando, ni que mi moreno de trabajo es una basura.
No voy a quejarme tanto.
Voy a contaros el pedazo de verano que he tenido ya que he
estado viviendo en el mejor hotel que cualquier persona puede echarse a la
cara. El hotel más exclusivo, elitista, confortable, particular y barato -sí,
barato- que podáis imaginar.
Habitaciones individuales, televisión, baño personal, las tres comidas al día hechas exclusivamente para ti –y qué comidas-, atención personalizada, llaves propias para entrar y salir al antojo del cliente, lavado de ropa cada vez que te dé la gana, y un largo etc.
Además, la cocinera es la misma que la lavandera, la
modista, y la dueña.
Sé que muchos querríais visitar el hotel, pero os aguantáis,
es tan exclusivo que ha sido solo para mí.
Y el hotel se llama casa de la abuela.
Puede que algunos sí, pero otros no os podéis hacer a la
idea de cómo es vivir con tu abuela tú solo –entended mi situación, durante el
resto del año vivo en una casa con otros 10 seres vivos a los que quiero y he
echado de menos, pero qué dura ha sido la vuelta-.
Tenía a mi abuela a mi disposición para lo que quisiera, y
ay de mí si se me ocurría intentar interceder en algo de lo que hacía ella.
Esos momentos en los que dices “voy a echar una mano, que lo hace todo
ella”, puede que no salgan tan bien cuando a tu abuela le gusta hacerlo
todo.
Y cómo lo hace…
Los que tenéis abuela lo sabéis, los que no, lo recordaréis.
Nadie, y digo NADIE, cocina como mi abuela.
Yo no sé qué es lo que hace diferente, pero algo le echa que
no conoce nadie más. Ya puedo ponerme yo con una cacerola al lado de la suya,
hacer exactamente los mismos movimientos que ella, echar el mismo peso de cada
cosa, los mismos ingredientes en el mismo orden e incluso comerme la comida con
la misma cuchara, que aquello no sabe igual.
Y no solo eso, puede prepararte cualquier tipo de plato que
no te guste, echarle esa droga que le debe de echar ella y nadie más conoce, y
que te comas hasta la última gota de la salsa que lo acompaña. ¡Y ay de ti como
te vea con cara de hambre! No seas insensato, si estás lleno, demuéstralo, si
vas de duro acabarás más lleno que el neceser de Mcgyver.
Como síntoma de toda abuela que se precie está la pregunta
de: ¿y tú a tu novia cuando me la presentas? De antemano, por
tu cara, sabrá si tienes novia o no. Si no tienes, no le mientas. Lo sabrá. Te
conoce como si hubiera parido a tu madre. Si tienes, la has cagado, ahora
tendrás que presentársela.
Solo hay una cosa más exigente que una mujer, y es la abuela de cualquier hombre.
Cuando llevas un mes y medio con tu abuela, te das cuenta de
que te gana tanto en discusiones como en partidas de cartas. Nunca, y digo NUNCA,
apuestes dinero contra ella. Mi hermana y yo cometimos ese error. No pudimos
cenar con amigos esa noche, estábamos sin blanca.
Pero eso tu abuela lo sabe y ya te dará unas perrillas de
estrangis, o te mandará a comprar huevos con un billete de 20 euros sabiendo
que cuestan dos.
No hay un solo lugar mejor que la casa de tu abuela para
vivir. Pero luego te visita la familia y rompen tu pompa de felicidad y
amor, cuando estabais tres en casa, llegáis a estar diecinueve, y no es que
el amor se reparta, es que los pequeños siempre ganan, así que sal de casa y
llora la derrota por las esquinas.
Es muy famosa la frase de: los abuelos deberían ser
eternos. Sí y no. Los abuelos molan, y mucho. Pero tienen que pasarnos
el relevo, yo quiero ser como mi abuelo y tener a alguien como mi abuela al
lado. Pero antes le toca a mis padres, y que lo disfruten mis hijos. Y a ver si
nuestras futuras parientas se comportan.
Chicas, poneos las pilas, las abuelas dejan el listón muy alto.
No es que me guste, ni que me encante esque simplemente creo que tu y solo tu tienes esta habilidad para escribir asi, afortunada tiene que ser tu novia, o lo será cuando le escribas algo. Quien pudiera.
ResponderEliminarsimplemente te admiro y no me cansare de leerte nunca...
Muchisísimas gracias, "alguien que no se cansaría de leerme". Te aseguro que gracias a gente como tú soy alguien que no se casará jamás de escribir y publicar lo que escribo. La verdad que no sé si te conozco, pero te invitaría a una cerveza solo por este comentario. ¡Un beso!
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