jueves, 30 de mayo de 2013

Si yo fuera tú...



El otro día me ocurrió algo curioso. Salí de fiesta -no, no es lo curioso, aunque sí, llevaba mucho sin correrme una buena juerga y ya tocaba- y escuché a un chaval de  mi edad aproximadamente intentando convencer a una niña de por qué debería irse con él. Hasta ahí todo “bien”, entre comillas porque me parece algo triste dar motivos o explicaciones de esas cosas, pero bueno nada de maldad y muchas risas. El punto clímax de la conversación y por el cual yo me fijé en ese chaval tan memorable fue cuando le escuché decir, bastante convencido: “mira guapa, yo si fuera tú, saldría conmigo, pero como tú veas”. Ahí ya mi risa no pudo ser más cantosa, pero gracias a Dios la música hizo que no me prestara atención el chaval en cuestión, bastante grandote.

Voy a intentar hacer que visualicéis la situación tal y como yo la viví.

Imaginad a un tío grandote, de 21 años, cachas de gimnasio, dietas de batidos y proteínas –y me arriesgo a decir que esteroides a juzgar por el volumen y el tono de voz parecido, obviamente exagerando,  a Mickey Mouse- sin cuello y con el pelo bastante corto o rapado, una mezcla entre un “cani” y un militar. Él llevaba más escote que ella, probablemente porque también tenía más talla de pecho, y unos vaqueros ceñidos que, mezclados con los esteroides, le van a dificultar bastante una futura e hipotética paternidad. Además, hablaba con ella con un tono juguetón, vestido con una sonrisita pícara que toda la discoteca sabía qué significaba, y su enorme mano derecha no dejaba que la niña se alejara a una distancia mayor que la de su brazo, casi más ancho que largo.

Creo que con esta imagen podéis visualizarle mejor
 Ella, una niña bajita, de aproximadamente metro sesenta, unos 18 años recién cumplidos, si no se había colado ilegalmente en la fiesta, con pinta de ser la primera vez que salía por la noche a un sitio así, ya sabéis, exageradamente arreglada, vestido ceñido, labios rojos que dan miedo, tacones que la elevaban al metro setenta y pico, con ojos de quiero divertirme pero no me gusta este juego, y una cabeza del tamaño del bíceps de su compañero de… llamémoslo baile.

Por la situación, ellos no se conocían de antes, él no paraba de enseñar “musculitos” y ella de reír torpemente mientras rogaba al cielo que una de sus amigas la sacara de ahí, todas habréis vivido esta historia alguna vez. Él insistía a invitarle a una copa, y ella –tonta en mi opinión- rechazaba la invitación alegando que no quería beber porque dormía en casa de una amiga.

Cuando el chaval cayó en la cuenta de que la niña le estaba haciendo una pre-cobra, es decir una cobra antes de que él le entrara, una cobra a sus palabras, una cobra a sus ideas y a su forma de ser, fue cuando soltó la frase lapidaria que recordaré toda la vida, y si no ya tengo este blog para releerla: “mira guapa, si yo fuera tú, saldría conmigo, pero como tú veas”. Es decir, tengo ahora mismo la autoestima por los suelos y me hago el duro diciendo que soy el chico ideal después de haberte comido la oreja durante media hora sin ningún fin, pero haciéndome el indiferente diciendo que te lo dejo a tu elección. Lo siento chavalote, es muy triste, pero gracias por inspirarme para el blog, andaba algo estancado.

Todo el mundo ha pasado por ésto
 El caso es que el colega este me hizo pensar que tampoco se equivocaba del todo. Me aclaro, anda muy equivocado respecto a cómo tratar con las personas, cómo vivir la vida, cómo respetarse a uno mismo, etc. Pero hizo que me diera cuenta de que en una relación, uno debe venderse a otra persona, debe hacer como el colega, salvando las distancias, y convencer a la otra persona de que yo soy ése que andas buscando. Las distancias que hay que salvar con el caso de ese gallito de gimnasio las voy a visualizar con el ejemplo de un trabajo en el que alguien quiere ser contratado. Primero, exiges un mínimo nivel de estudios, un canon dentro del cual debe estar el interesado. Si tiene algo de experiencia, mejor. Después de saber que cumple esas características, se debe entrevistar a la persona, saber si es el tipo de persona que quieres para tu empresa, si cumple los requisitos mínimos como persona para que represente una parte de tu empresa. Después, se debe llegar a un acuerdo, el interesado ha de manifestar sus preferencias de trabajo, de horarios, de disponibilidad y de asentamiento. Cuando el contratante ha terminado de decir lo que busca, tú debes mostrarle a él qué es lo que le ofreces, lo que puedes darle, desde una oficina propia con contrato fijo, hasta un cubo con una fregona con contrato de prácticas semestrales. Cuando ambas partes del contrato llegan a un acuerdo, se firma, y esas personas empiezan a trabajar juntas. Sí, juntas, porque no soy muy partidario de jefes ni de trabajar para alguien. Yo soy más de líderes que trabajan juntos.




Mmmm... ¿está seguro?


Vamos a traducir ésa metáfora.

Para empezar, todo el mundo tiene unas exigencias mínimas, o unos gustos sin los cuales una persona no puede atraerte ni al comienzo. Si esa persona los cumple, pasamos al siguiente nivel. Has de conocer a esa persona, debéis hablar, conoceros y saber lo suficiente el uno del otro para poder sentir realmente algo mutuo, porque sentir algo por un desconocido es utópico y normalmente doloroso. Debe cumplir como persona y tener unos valores que se ajusten a los tuyos y a lo que tú buscas en tu “compañero de baile”. Una vez conocida como persona, has de saber cómo es como pareja. Es decir, debes saber qué exige él o ella del otro, qué va a dar en una relación y cómo va a ser el “cambio”. Una vez sabido, y si todavía quieres estar con esa persona, tienes que cerciorarte de que sabe lo que le ofreces tú. El mismo paso de antes pero a la inversa, porque es un trabajo en equipo, nadie contrata a nadie fuera de la metáfora. Además es importante el tipo de contrato, fijo o indefinido. Porque antes de empezar una relación, hay que compartir esa idea. Si uno va dispuesto a “firmar” algo fijo, y se encuentra con algo indefinido, volvemos al dolor. Si los dos quieren algo indefinido, bien, y ya se renovará el contrato si ha ido bien, y si los dos quieren algo fijo, mejor, fijo no significa indestructible tampoco. Tampoco existen los jefes en las relaciones, nadie trabaja para nadie, ninguno cumple órdenes. Trabajo en equipo. 

El caso del matrimonio es distinto, aun que a veces disimulen, siempre mandan ellas.

Por último, como sé que, a pesar de haber dicho que todo el mundo tiene exigencias mínimas, no todos las tenemos, lo cual es una pena porque significa que muchos salen o se lían con lo primero con curvas que pasa por su frente, quería decir a algunos que las niñas no son fáciles, que tienen sus manías y es difícil quererlas. Eso sí, una vez que la quieres, todo es sencillo de nuevo.

Como sabiamente dijo la madre de Richard Castle, famoso escritor protagonista de la serie Castle: Todas las mujeres del mundo tienen algo de sí mismas que odian a muerte. Manos pequeñas, pies muy grandes, pelo muy liso, muy rizado, orejas muy grandes, el culo muy caído, la nariz muy grande... Y, ¿sabes qué? Nada de lo que digáis puede cambiar lo que sentimos. Lo que los hombres no entienden  es que la ropa, los zapatos y el maquillaje, esconden los fallos que creémos tener, y nos hacen creer que estamos más guapas, y eso nos hace estar más guapas para los demás.

Tras esta reflexión, he de avisar, yo si fuera tú, leería la letra pequeña.

2 comentarios:

  1. Hacía bastante que no me pasaba por tu blog, pero la cita de Castle en facebook me ha intrigado.
    Salgo con ganas de leer más. ¡Un gustazo este blog!

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    1. Siento no poder decir lo mismo del tuyo, porque lleva dos meses sin ser actualizado, muy a mi pesar... Espero que desde Polonia empieces uno nuevo con más ganas o que continúes el mismo! Muchas gracias Nico!

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