feriusidad
1. f. Combinación de factores en común
con otra persona que te hacen conocer lo que es realmente ser
feliz.
De vez en cuando nos sentimos
solos, eso es inevitable. Tenemos etapas en nuestra vida que no podemos
controlar, nos pasa a todos. Llegamos incluso a plantearnos que de ahí ya no se
sale, que la vida que siempre habías soñado le habrá tocado a otro y
simplemente te toca ser un espectador que presencia una película y por más que se
imagine de protagonista, sabe que no llegará a parecerlo.
Miras a tu alrededor y solo ves
rutina, conformidades y caras largas. Te ocultas entre las sonrisas de otros,
buscando un contagio de eso que sienten ellos. No eres una persona triste, ni
depresiva. Eres uno más, y eso tampoco lo querías para ti.
Pero uno más uno…
Cuando menos te lo esperas…
ocurre la magia. Llega esa brujilla que te concede un solo deseo y tú, sin
dudarlo, cuando siempre habrías elegido el teletransporte, vas y eliges a la
brujilla. No necesitas más emociones que te contagien ni más sonrisas tras las
que ocultarte. Has descubierto a esa persona que con solo sonreír, muestra sus
ojos de china y te hace darte cuenta de lo maravillosa que es la vida.
Todos necesitamos a esa
persona. En forma de amigo, de amante, de pareja, de cómplice, de amor o
confidente. Esa persona que nos haga ser mejores, que nos haga ver que los
ojalás son para siempre y que hay que amar con todo, para todo, y cada día más
fuerte.
Y algún día, alguien te hará
adentrarte en ese mundo de magia en el que tú eres el protagonista. Un mundo de
dinosaurios y mariposas gigantes que te harán darte cuenta de que todo lo que
vives con ella, lo vives por primera vez. Que no hay más ciego que el que no
quiere ver, y por su culpa parecerás un nenuco estropeado que con ansia de
mirar a todas partes solo tendrá un ojo para ella. Y el mundo, siempre
después.
Tu vida se convierte en un
viaje en el que no vas a poder facturar. Vas con lo puesto, por elección
propia, pero en modo koala con la
persona que llevas a tu lado. Ya solo te queda avanzar por ese mundo que está
entero por descubrir, donde no sabes si tendrás que aprender a matar mosquitos
con los pies o si en un tropiezo acabarás caminando en una sillita de ruedas. Pero
todo te da igual.
Sientes la seguridad de que si
se te duerme la mano y se convierte en un gancho, ella empujará tu silla. No sabes si acabarás en un
chalet, en una cabaña o en pleno Singapur en un piso de 20 centímetros y repleto de goteras. Qué
más da, benditas goteras.
Habrá días malos, días en que las
goteras te mojen y, donde antes bailabas, solo seas capaz de quejarte y
necesitar unas cosquillas en el brazo antes de irte a dormir.
Menos mal que ya no estás solo.
Te pondrás muy pesado. Pero en plan heavy, pesau del todo. Pero ahí está el
momento en el que descubres que, con ella, eres como la plastilina. Y cuando
empiezas pidiéndole al mundo que no te moleste, acabas pidiéndole a un bicho
que no deje de molestarte todos los días. Y por muy Pinocho que puedas parecer,
seguirás siendo tan plastilinoso con ella que cuando vuelves a pensar en lo
malo que era tu día, lo finiquitas con un simple: “qué pena…”.
La magia no se separa de ti, y tú no te quieres alejar de ella. Te pegas con cada beso y te agarras a esa barandilla como si estuvieras en un karaoke cantando tu canción favorita.
Quédate donde sientas que el mundo es distinto si te lo explica ella.
Ahí está el secreto: quédate con quien sientas... (termina la frase).